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“América, no invoco tu nombre en vano” se exhibe en Librería Universitaria. (Alameda 1050, Metro Universidad de Chile).

 

 

José Venturelli nació en Santiago en 1924, y los 14 años ingresó a la Escuela de Bellas Artes. Fue discípulo y amigo del gran muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, y en 1941 tuvo la oportunidad de colaborar con este último en la confección de los Murales de la Escuela de México, de Chillán. Un año después, ingresó como alumno regular al curso de pintura mural impartido por Laureano Guevara. El primer mural de Venturelli que dio cuenta de su influencia del muralismo mexicano fue realizado en esa misma época junto a Alipio Jaramillo y Erwin Wenner, en la sede de la Alianza de Intelectuales de Chile para la Defensa de la Cultura. Entre su vasta obra destacan los murales para el Ministerio de Salud Pública de Cuba -en homenaje a Camilo Cienfuegos- y del Salón de la Solidaridad para el Hotel Habana Libre; las ilustraciones para el “Canto General” y “Alturas de Machu Picchu” de Pablo Neruda; y los vitrales para la Iglesia de la Madeleine, que son Patrimonio de la Humanidad, y el mural para L’ École de Balexert, estos dos últimos en Ginebra, Suiza.

El mural “América no invoco tu nombre en vano” fue realizado en 1950 en homenaje a la Universidad de Chile, institución que lo formó como artista, y actualmente se encuentra instalado en la librería de la Editorial Universitaria, en Casa Central de la Universidad. Esta obra constituye el primer mural de creación individual que realiza Venturelli; y junto con los murales que se encuentran en el Centro Cultural GAM y en la sede del INACAP en Renca, son los únicos murales de este artista que se encuentran disponibles en Santiago. La iconografía es una alegoría a las luchas americanistas de nuestro continente, que relatan la defensa del pasado cultural y territorial americano. Con evidente influencia del muralismo mexicano, esta obra corresponde a la primera etapa plástica del autor.

En el primer plano se puede apreciar al pueblo, personificado por una mujer y hombres con una actitud de lucha y demanda. Esta mujer, con sus pies firmes e instalada como una gran pirámide de base ancha sobre la tierra parda y ocre de la geografía andina, puede vincularse con los conceptos de tierra, génesis, y a los arquetipos y atributos de gestadora de vida y perpetuadora de la misma. Como matriarca de un sistema, el principio nodular y convergente de las etnias de todas las identidades que son una sola: América. En segundo plano, se identifica el cadáver de un soldado entre las ruinas precolombinas, metáfora de la muerte al colonizador, la derrota al imperialismo y la reinvindicación de los pueblos de América sobre el imperialismo avasallador.

Al lado izquierdo antecede a la mujer la oscuridad de unas formas recogidas sobre sí, como si se tratara de una sola masa humana, como un gran pedestal de carbón, una pirámide se eleva sobre ellos. Esta imagen constituye el fundamento para que la mujer, encarnando el deseo de protección y justicia, extienda poderosamente sus brazos para disparar contra el enemigo que no alcanzamos a ver porque está fuera de la escena. La mano que sostiene el arco, o la onda, tiende a salir de la composición debido a su exagerada dimensión respecto del resto del cuerpo, una impertinencia que obliga a pensar en la necesidad del artista por modificar el plano de la pintura, y en ese desborde de la imagen, alcanzar el lugar en el que se encuentran visualmente el invasor y el espectador. Esta escena barroca y recargada de drapeados y paños nos aproxima a concebir esta multitud como una muralla humana impenetrable, y sobre todo cuando vemos tan bruscamente cómo al término de ella el cuadro se enfoca hasta un escenario diáfano y abierto a la inmensidad de un paisaje desértico o precordillerano de algún lugar de Latinoamérica.

Al frente, un mestizo que ha logrado compenetrarse con toda la fuerza del caballo, llama a la defensa del territorio. Con una horqueta en la mano, busca la forma de solidarizar con esta lucha. Esta figura corresponde a otra obra del artista “El Vengador” de la serie de ilustraciones para el Canto General de Pablo Neruda. Los colores que componen está imagen reafirman los conceptos de fuerza, violencia, lucha, muerte y vida.