Si reúno estos ensayos en un mismo volumen es porque advierto numerosos puntos de contacto entre ellos, los que de una u otra manera dicen relación con la estructura y tendencias de la cultura contemporánea, especialmente en su transculturación hacia nuestra sección del planeta, así como con mis propias parcialidades de sujeto pensante. En el fondo de mis disquisiciones se asienta una crítica que yo aspiro a que sea ecuánime de la modernidad, a la que entiendo inmensamente cuestionable en su magnitud instrumental si bien no en la emancipadora. Concuerdo en efecto en que la cultura moderna de Occidente debe ser puesta en el banquillo de los acusados a causa de sus muchas aberraciones, desde una economía capitalista que hoy tiene a más de mil millones de personas viviendo en la miseria, por debajo del nivel de la pobreza extrema, es decir con menos de un dólar y noventa centavos al día, según el absurdo criterio estadístico que para reconocer que alguien es pobre emplea el Banco Mundial, hasta su haber promovido y seguir promoviendo las guerras más horrendas que ha conocido la historia del ser humano sobre la tierra.
CHILE QUE NO FUE, EL
No es fácil explicar que en Chile dos presidentes electos constitucional y democráticamente hubieran terminado suicidándose luego que la democracia del país hubiera sido interrumpida violentamente por sus propias Fuerzas Armadas cuyo deber era defenderla de los extranjeros. La primera ocurrió en 1891 y la segunda en 1973. En ambas confrontaciones, ambos mandatarios cesaron sus mandatos inmolándose. Las circunstancias políticas y económicas que afectaron tanto a los presidentes José Manuel Balmaceda (1891) como a Salvador Allende (1973) son idénticos. En efecto, luego de anunciar la nacionalización del salitre, principal riqueza mineral del país en esa instancia y más tarde, Salvador Allende, luego de nacionalizar el cobre, igualmente, principal fuente de ingresos del país, luego de la desaparición de la industria salitrera a comienzos del siglo XX. José M. Balmaceda, debió enfrentar una sangrienta guerra civil que concluyó poco antes que expirara su mandato, luego de ser derrotado por las fuerzas militares y el Congreso Nacional. Salvador Allende, por su parte, se suicida luego de resistir y combatir en el Palacio Presidencial de la Moneda, a las fuerzas armadas y policiales golpistas. Ambos mandatarios murieron convencidos de que, a pesar de sus muertes, la historia los juzgaría y les daría la razón. No estaban equivocados. Ellos creían firmemente en ese Chile que no fue. Autor: GILBERT CEBALLOS, JORGE