Si reúno estos ensayos en un mismo volumen es porque advierto numerosos puntos de contacto entre ellos, los que de una u otra manera dicen relación con la estructura y tendencias de la cultura contemporánea, especialmente en su transculturación hacia nuestra sección del planeta, así como con mis propias parcialidades de sujeto pensante. En el fondo de mis disquisiciones se asienta una crítica que yo aspiro a que sea ecuánime de la modernidad, a la que entiendo inmensamente cuestionable en su magnitud instrumental si bien no en la emancipadora. Concuerdo en efecto en que la cultura moderna de Occidente debe ser puesta en el banquillo de los acusados a causa de sus muchas aberraciones, desde una economía capitalista que hoy tiene a más de mil millones de personas viviendo en la miseria, por debajo del nivel de la pobreza extrema, es decir con menos de un dólar y noventa centavos al día, según el absurdo criterio estadístico que para reconocer que alguien es pobre emplea el Banco Mundial, hasta su haber promovido y seguir promoviendo las guerras más horrendas que ha conocido la historia del ser humano sobre la tierra.
OJOS Y MANOS DEL JESUITA DIEGO DE ROSALES, LOS ebook
$11,900Los ojos, se convierten en la mirada del misionero, el que vio, el que recorrió, el que intentó comprender, el que se equivocó. Es la perspectiva del jesuita evangelizador que enfrentaba una batalla global entre Dios y el diablo, son sus anteojeras para entender los procesos de cristianización entre los indígenas de la frontera meridional del virreinato peruano, de comprender el bien y el mal, los ojos del protoetnógrafo que comparaba las ritualidades indígenas con sus propias formas de conocimiento (religiosas, clásicas, históricas), pero también los ojos que consideraba que muchas veces era “justo” hacer la “guerra justa” a los “bárbaros” sin “policía”. Son los ojos del educador y del administrador, pero también del polémico y, quizás, del ávido de poder. Son los ojos del que quiso regresar a Europa como procurador pero que muere lejos de su familia y de su tierra, pero cercano a su nueva realidad.
Aquí también están sus manos. Las manos del que escribió, del que las movió en los bosques australes para indicar alguna cruz y bautizar, del que gesticuló en algunas reuniones en los colegios o bien para reprender a alguien; aquellas que intentaron aprehender la realidad a través de la palabra escrita filtrada por su perspectiva de testigo. En cierto sentido, al ser testigo de las cosas que escribía, sus ojos se convierten también en escritura. Se puede decir, entonces, que el saber histórico de Rosales se engloba en el ver y en el escribir. Él se posiciona como “testigo” en la Historia General del Reino de Chile, Flandes indiano (1674), como observador y misionero, pero al mismo tiempo se emplaza como autor con una gran ambición estética y narrativa. Finalmente, es la metáfora de su verdad, de su medida del mundo.