Dimensiones | 155 × 230 cm |
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FUEGUINOS
Recopilación iconográfica del patrimonio arquitectónico de Santiago de Chile.- Autor: GUSINDE, MARTIN
Subtotal : $19,888
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Relato testimonial de las cuatro expediciones que realizó el padre Martín Gusinde entre los años 1918 y 1923 efectuando los más serios y rigurosos estudios arqueológicos y etnológicos sobre los aborígenes del sur y extremo sur de Chile y Argentina: onas, yámanas (o yaganes) y alacalufes. En un lenguaje claro y ameno el autor nos proporciona observaciones rigurosas y únicas en la etnología del extremo sur de América. Estudia las características físicas, las costumbres, las creencias y los dialectos de estos que fueron “legítimos hijos del país”. Con gran valor moral denuncia, también, las “despiadadas persecuciones e inauditas crueldades” que sufrieron estos seres humanos a quienes nuestro país debió proteger y cuidar.
Recopilación iconográfica del patrimonio arquitectónico de Santiago de Chile.- Autor: GUSINDE, MARTIN
Dimensiones | 155 × 230 cm |
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Obra publicada en Santiago en dos volúmenes, el 1º en 1834 y el 2º en 1836. Se mantiene la ortografía y el estilo originales para dar al lector una imagen lo más cercana sobre la forma de publicar en aquella época. “Obra tanto más apreciable e interesante, cuanto que ella es la única de su especie que se ha trabajado hasta el día y cuanto que su autor la compuso en los últimos años de su vida en este periodo de gestación de la independencia de Chile en los años de su desarrollo, como también en los primeros decenios que siguieron a su consumación y completa realización”. Andrés Bello. Autor: DE GUZMAN, JOSE JAVIER
El escenario imperante de un imaginario de la innovación ha fomentado la idea de que el desarrollo consiste en la producción infinita de novedades. Este discurso es en sí una retórica de la modernidad, que da por sentado la existencia de una relación asimétrica donde la invención es un proceso que emerge en el norte global y solo puede ser importado y consumido en espacios lejanos. Este tomo busca ofrecer una interpretación diferente desde nuevos giros y una reorganización de la narrativa local de la innovación, usualmente orientada a su negación, a la inevitable catástrofe (profecía autocumplida del fatalismo latinoamericano) o a la inscripción de los acontecimientos en una periferia ineludible que le somete a la irrelevancia. A partir de lo anterior, los capítulos de este tomo recorren la vida social de objetos y sistemas desde el tiempo colonial a la era republicana, analizando diversos procesos de innovación técnica ocurridos en Chile. Sus campos de investigación también resultan atractivos en tanto incluyen el correo, el uso del caballo, industria del salitre, ferrocarriles, alcantarillado, la morgue, terremotos, astronomía, artefactos domésticos y vacunas. En todos los capítulos se cuenta con un trabajo de fuentes que permite justificar un giro discursivo a la innovación, demostrando que en distintos ámbitos hubo alguna inventiva o modos de adaptación, que pone en valor experiencias de una historia de la tecnología y la ciencia en Chile
Este es un libro sobre villanos y ciertamente no continúa la ruta del acostumbrado pastoral de ficciones que se abanderizan por la versión típica que se tiene de Balmaceda. Se postula, en cambio, que en él no solo convive lo mejor de nuestros valores históricos, sino también lo peor. Dualidad que en el más íntimo devenir anímico nacional (en ese terreno de valores que la historia juzga en Balmaceda y en personajes como Alessandri, Ibáñez, Allende y Pinochet) ha dividido a los chilenos no solo en 1891 si no como una referencia ineludible en los avatares crueles del siglo XX y XXI.
Los elementos en pugna durante la guerra civil de 1891, las secuelas políticas y su contexto, se nos harán demasiado familiares: una epidemia que sembró el terror y la histeria colectiva en todo el país, manifestaciones sociales con presos y muertos en las calles; una huelga por el precio del transporte, un estallido social generalizado, policías secretas, torturadores, matanzas de obreros, campañas del terror, saqueos, el origen histórico de aquella frase “muerta la perra se acaba la leva”, que para estas alturas ya no tiene dueños si no continuadores, en fin: escenarios concebidos como un tablero, donde no importa sacrificar peones con el fin de ganar la partida.
Los ojos, se convierten en la mirada del misionero, el que vio, el que recorrió, el que intentó comprender, el que se equivocó. Es la perspectiva del jesuita evangelizador que enfrentaba una batalla global entre Dios y el diablo, son sus anteojeras para entender los procesos de cristianización entre los indígenas de la frontera meridional del virreinato peruano, de comprender el bien y el mal, los ojos del protoetnógrafo que comparaba las ritualidades indígenas con sus propias formas de conocimiento (religiosas, clásicas, históricas), pero también los ojos que consideraba que muchas veces era “justo” hacer la “guerra justa” a los “bárbaros” sin “policía”. Son los ojos del educador y del administrador, pero también del polémico y, quizás, del ávido de poder. Son los ojos del que quiso regresar a Europa como procurador pero que muere lejos de su familia y de su tierra, pero cercano a su nueva realidad.
Aquí también están sus manos. Las manos del que escribió, del que las movió en los bosques australes para indicar alguna cruz y bautizar, del que gesticuló en algunas reuniones en los colegios o bien para reprender a alguien; aquellas que intentaron aprehender la realidad a través de la palabra escrita filtrada por su perspectiva de testigo. En cierto sentido, al ser testigo de las cosas que escribía, sus ojos se convierten también en escritura. Se puede decir, entonces, que el saber histórico de Rosales se engloba en el ver y en el escribir. Él se posiciona como “testigo” en la Historia General del Reino de Chile, Flandes indiano (1674), como observador y misionero, pero al mismo tiempo se emplaza como autor con una gran ambición estética y narrativa. Finalmente, es la metáfora de su verdad, de su medida del mundo.
El presente libro tiene como objetivo principal aportar a entender los orígenes de la ingeniería chilena. La ingeniería comienza a enseñarse y profesionalizarse desde mediados del siglo XIX y este estudio se centra en ese primer medio siglo fundacional. El estudio toma como base la evolución de los programas de estudio, los modelos de enseñanza, las reformas y los debates generados en torno a la enseñanza de la disciplina. Todo ello en el marco de un Estado en proceso de ampliación territorial y de una sociedad dirigida por una oligarquía hacendal. Se suman a ello las dificultades de personal e infraestructura existentes, así como los prejuicios sociales hacia lo “manual” y los técnicos, y la tensión con el saber, los intereses y la influencia europea. Entre las conclusiones, destacamos que la institucionalidad universitaria y estatal de la época modeló y concibió la ingeniería como una profesión de Estado más que de particulares; directiva más que ejecutora; y eminentemente científica (esto es, letrada) más que técnica. Todo lo anterior incidió tanto en el carácter que tomó su profesionalización, como en el desarrollo de determinadas especialidades y la desatención de otras (como la mecánica y la química), así como en la separación entre ingenieros y técnicos. Esperamos que este estudio contribuya a entender mejor los orígenes y el desarrollo de la ingeniería en Chile y su relación con las formas que ha tomado el devenir tecnológico e industrial en nuestro país.