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EU invitó a conversar

El pasado 11 de julio la Universidad de Chile recibió nuevamente la conversación y el análisis en torno a profunda crisis de la Iglesia católica, marcada por el abuso de poder, de conciencia y sexual. Los panelistas invitados hicieron una aproximación ante esta crisis con antecedentes periodísticos, hallazgos históricos, una mirada desde la sociología, la moral y la historiografía. Participaron las periodistas María Olivia Mönckeberg y Alejandra Matus; el doctor en Ciencia Política y profesor titular de la Universidad de Chile Walter Sánchez; el sacerdote jesuita y doctor en Moral Tony Mifsud y el director general de la colección Historia de la Iglesia católica en Chile Marcial Sánchez.

Casi todos concordaron en la importancia de que la Casa de Bello, a través de la Editorial Universitaria, abordara este tema desde la discusión, el análisis y la investigación, sobre una institución que ha influenciado notoriamente el desarrollo de la sociedad chilena.

María Olivia Mönckeberg, profesora titular y directora del Instituto de Comunicación e Imagen, contó que cuando quiso investigar la presencia del Opus Dei en Chile -y que finalmente terminó en la publicación de un libro- notó la sorpresa de quienes consideraban los temas de iglesia como algo solamente religioso o privado de cada persona. “Con esto sentí que no se miraba a la Iglesia católica como un asunto de poder. No había comprensión a nivel de análisis social, político, historiográfico ni periodístico sobre la influencia de esta institución”, afirma Mönckeberg.

Para vislumbrar el peso de la Iglesia es indispensable dimensionar su poder, algo que los investigadores que participaron en la revisión de los archivos eclesiásticos junto a Marcial Sánchez -director de Historia de la Iglesia en Chile-, hicieron al encontrarse con las viejas bóvedas de almacenamiento. “Desde la Colonia en adelante se detecta un abuso de poder y de conciencia. Particularmente, una cultura del poder, del abuso, que en ese momento fue asumido y que se expresaba en el pensar, el sentir y el actuar en el tiempo”, precisa M.Sánchez.

La cultura del abuso presente a lo largo de la historia de la Iglesia se ha manifestado en tres dimensiones. La primera, relacionada con el poder económico que se introduce en la institución eclesial, reflejada en el diezmo, en su uso y en las consecuencias que trajo la separación Iglesia y Estado en 1925. Así mismo, ese poder quedó de manifiesto en la entrega a pocas e influyentes familias de gran parte de los bienes que poseía la institución eclesiástica.

Una segunda dimensión del poder del abuso tenía que ver con lo que ocurría en claustros y conventos. Como ejemplo de hallazgo histórico está el de las Clarisas Capuchinas, las que manifestaban su temor de ir a confesarse con ciertos sacerdotes, según constan registros de 1727. Otro hallazgo data de 1904, cuando el diario Las Últimas Noticias consignaba la denuncia en contra de un sacerdote abusador de las Escuelas Cristianas, quien junto a otros de su congregación fue sacado del país, pese a que la justicia civil lo condenó a 54 años de presidio.

La tercera dimensión del abuso es su impunidad, que queda graficada en el caso de Francisco José Cox, arzobispo emérito de La Serena. Pese a las denuncias hechas contra él no se le persiguió penalmente. El cardenal Francisco Javier Errázuriz se refería entonces al comportamiento de Cox como el de una “afectividad un tanto desbordante”.

Junto a la impunidad del obispo de La Serena, se dio el encubrimiento de los medios de comunicación de la época, algo que relató en el conversatorio la periodista Alejandra Matus. Para La Nación Domingo escribió un reportaje relatando lo que sucedía con Cox. Un par de días antes de salir publicado, otro medio escrito y un canal de televisión daban minutos al arzobispo Errázuriz para hablar del caso sin explicar el contexto de lo que informaba. Recién el domingo la opinión pública se enteraría del tema de fondo, cuando Cox ya había sido enviado fuera del país.

La influencia de la Iglesia también alcanzó a varios políticos. Es el contexto que propone Alejandra Matus para entender el rechazo del, por entonces, senador Gabriel Valdés, en contra de otra publicación de la periodista que retrataba la sexualidad de los sacerdotes, a partir de varios testimonios de los mismos religiosos. Incluso la periodista recibió la llamada desde la misma Moneda expresando incomodidad por la publicación.

Matus pone en evidencia que la resistencia a la crítica hacia la Iglesia católica no solamente está anclada en sectores conservadores, también, en aquellos que sentían respeto por una institución que había trabajado en la defensa de los derechos humanos en dictadura. “No te metas con Precht, no te metas con la iglesia -me decían- para no darle argumentos a la derecha”. En el fondo, con esto, ayudaban a poner barreras sobre conductas que se venían dando probablemente desde antes, cuestiona Matus.

De cierta manera la cultura de las barreras, el secretismo, comenzó a agrietarse ante la opinión pública con las primeras denuncias importantes en televisión. Si bien, el caso de Fernando Karadima no fue el primero, ha sido el más significativo porque, como afirmó en la conversación Tony Mifsud, sacerdote jesuita, “tocó los círculos de poder”. De hecho, en aquel momento, se daba a conocer a la opinión pública la situación del cura párroco Ricardo Muñoz, acusado de abuso, producción y almacenamiento de pornografía infantil. Además, su pareja, conseguía al sacerdote niños para ese abuso. Sin embargo, a pesar de la gravedad, de este caso no se habló más.

Cada día que pasa llegan más datos e información que ayudan a retratar la profundidad de esta crisis. Walter Sánchez, Doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad de Chile -y parte también de este coloquio- afirmó que todo aquello ayuda a “darnos cuenta de la constante tensión entre ser reflejo del Evangelio o reflejo de un juego de poder, con una burocracia muy bien instalada, organizada, con normas muy bien aceitadas por una maquinaria política, quizás, una de las más interesantes de conocer”.

La Iglesia católica es uno de los organismos más fuertes de la sociedad civil, con más de 1200 millones de seguidores en el mundo, y en el caso de Chile, con casi la mitad de la población adscrita. “Por lo tanto, se trata de una opción de la sociedad civil que le dice al Estado: existo”, precisa W. Sánchez.

Erich Mellado Gómez
Periodista Editorial Universitaria

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